sábado, 15 de octubre de 2011

ARTE GEOGRÁFICO:MAR DE LAS ANTILLAS (FRAGMENTO DE UN VIAJE A NUEVA ORLEANS (1855) ELISEO RECLÚS

  
El mar estaba tranquilo y fosforescente; en forma rítmica el navío entreabría la ola lanzando un estruendo sordo como el de un enorme cetáceo; las velas infladas por la brisa imprimían a los mástiles suaves balanceos; todo en la naturaleza parecía gozar de una misteriosa felicidad.
   Yo estaba tendido en la chalupa por encima del timón y miraba las estrellas. En esta posición, mi ser no existía sino para gozar de todas las ondulaciones del buque y de  las olas que hacían pasar un escalofrió de gusto a través de mi cuerpo; mi alma estaba como suprimida, no me quedaba mas que la facultad de saborear a pleno pulmón el aire fresco de la noche. Balanceado como en una hamaca en la chalupa suspendida, unas veces elevado a 20 pies por encima del agua, otras llevado de nuevo hasta su superficie, oía a ratos la ola golpear la borda de la chalupa o desaparecer bajo el timón del buque con un ruido cavernoso; alrededor de mi, la fosforescencia de las medusas y de los rotíferos arrojaba un pálido y tembloroso fulgor, y a veces el encuentro de dos ondas luminosas hacia brillar en mis ojos como el reflejo de un relámpago. Muy cerca, el mar parecía arrastrar fuego, mientras que a lo lejos difundía una vaga luz azulada como la del alcohol encendido.
   Sentía toda la belleza del mar sin verla, mi mirada permanecía atada a las estrellas y para dejar de contemplarlas, habría debido contenerme. En medio de ellas, los mástiles inclinados y elevados de nuevo cada vez por el balanceo ,parecían describir con sus puntas círculos enormes. Engañado por esta ilusión que nos hace ver los movimientos en el cuerpo en reposos y la fijeza en lo objetos móviles, creía vagamente que las estrellas eran miríadas de luciérnagas revoloteando alrededor de los mástiles y danzando en medio del velamen; a veces veía también como una nieve de luz remolinante en el espacio y descendiente en vastas espirales. Estaba deslumbrado por el vivo esplendor que  transforma el cielo de los trópicos en un cielo totalmente diferente  del nuestro. Las estrellas brillan con un destello al menos cuádruple en apariencia y lejos de parecer fijas sobre una bóveda sólida, parecen suspendidas a diversas alturas en el aire azul negro de la noche ; la vía láctea tan pálida en nuestras regiones del norte, se despliega sobre el mar de los trópicos como una vasta zona transparente de nubes luminosas, y, más allá de su infinito deja adivinar otros infinitos. Bajo ese bello cielo, tan profundo y tan puro, me preguntaba como los astrónomos de la antigüedad habían podido inventar su bóveda de cristal; a lo sumo comprendemos a los escandinavos que veían en su cielo brumoso un enorme cráneo donde las nubes esparcidas representaban a los copos del cerebro divino.
   Poco a poco mis ojos se cerraron y caí dulcemente en un adormecimiento tan agradable como las víspera.En sueños veía todavía a las estrellas titilarme desde lo alto del cielo de las promesas misteriosas, cuando fui despertado con sobresalto con una voz proveniente del castillo…
DE:
FRAGMENTO DE UN VIAJE A NUEVA ORLEANS (1855)
ELISEÉ RECLÚS (FRANCIA)

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